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El poder de la educación

lunes, 11 de mayo de 2009

En la actualidad asistimos a la introducción de una nueva concepción del poder. En esta sociedad post-industrial, el conocimiento tiene un valor agregado; así lo resalta el escritor estadounidense Alvin Toffler. Este autor desarrolla las tipologías de poder que surgieron a lo largo de la historia: fuerza, dinero y conocimiento. Considera que este último es la “llave maestra” porque puede ser utilizado por toda la sociedad y garantizar igualdad de oportunidades. Un aspecto que lo distingue es que el conocimiento no se pierde ni se compra, a diferencia del dinero, que por su materialidad, puede desaparecer.


El concepto de mentefactura cobra fuerza en esta sociedad en contraposición al de manufactura. La producción industrial ya no es la clave que marca la diferencia en el desarrollo de las naciones, puesto que ahora la competitividad se alcanza mediante las destrezas que pueda generar el personal capacitado: ideas estratégicas, innovación de los productos, posicionamiento de una marca, marketing y publicidad, el mantenimiento de un espacio de trabajo adaptado tanto a la necesidades del empleado como a las del empleador.

En “Paradigmas de la Educación Tecnológica”[1], se cita al economista estadounidense Gary Becker, premio Nobel de Economía, por afirmar que “la tasa de crecimiento económico está íntimamente relacionada al nivel educativo de los trabajadores”. En la medida en que una nación invierta fuerza y dinero en educación, dotará a su sociedad con la mejor herramienta: el conocimiento. Ahora bien, es imprescindible que dicha inversión sea de calidad. Para ello será necesario que la educación contemple los cambios que se suscitan dentro y fuera de las sociedades.



Uno de los requerimientos está ligado a la eficaz utilización de las nuevas tecnologías de comunicación e información en los programas educativos. En este sentido, como señala el texto de Daniel Cohen, es importante que el aula se convierta en “un lugar de trabajo real”, donde el docente se constituya como el mediador entre sus alumnos y las nuevas herramientas de trabajo brindadas por el avance tecnológico. Sumado a ello es fundamental que el alumno realice las prácticas - en clase- paralelamente al desarrollo de la explicación aportada por el docente. De lo contrario, si el educador es apocalíptico estaría negando la realidad en la cual están inmersos sus alumnos. En consecuencia, en lugar de aprovechar una potencialidad, se perdería el alcance de una buena comunicación.




Fuentes: Cohen, Daniel. “Paradigmas de la educación tecnológica” [1]
Sociedad del Conocimiento, consultado el 11/05/2009 http://www.mentefactura.com
El Justiciero, “Cambio de Poder, Alvin Toffler”, consultado el 11/05/2009 http://eljusticierodeuruguay.blogspot.com

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